viernes, 23 de julio de 2010

Las pecas de la luna

Cuenta la leyenda que el Sol era un muchacho joven, tan radiante y hermoso que el firmamento se le llevó con él para que todos los humanos pudiéramos observarle y deslumbrarnos con su luz. No había existido en el mundo belleza semejante, por eso, el Sol se mantenía intacto en su puesto privilegiado. Observaba los años transcurrir y a los humanos contemplarle con absoluta devoción, pero se sentía triste. Ni su vanidad podía hacer sombra a su soledad. Se sentía desdichado porque, aunque era admirado y amado, no tenía nadie con quién compartir su existencia.
El firmamento, apiadándose de él, recogió una niña más hermosa que el propio Sol, pálida y delicada como la nieve. Era tal su belleza que la llamaron Luna y la elevaron al cielo para que todos pudiesen verla y asombrarse de su belleza. Cogieron a la niña y la pusieron junto a al Sol pero, era tan sumamente hermosa, que el Sol se volvió vulgar a su lado. Ya nadie le miraba, ya nadie se quedaba impresionado al verle. La niña era mucho más bella, tanto, que el Sol parecía invisible a su lado.
El Sol, que ya no estaba solo, se sentía mucho más desdichado ahora que había perdido a sus admiradores por eso, ideó un plan: desfiguraría el rostro de Luna para que perdiese toda su magia, le robaría su belleza usando polvo de estrellas, se clavaría en su piel y la convertiría en un ser horripilante pero, el plan del Sol tenía una falla: el firmamento no iba a permitir que sus dos seres perfectos se enfrentasen de una manera semejante. No llegó a tiempo para impedir el ataque, pero logró rescatar a la Luna de la maldad del Sol. Como consecuencia de aquella emboscada, el rostro de la Luna quedó cubierto de pequeñas manchas oscuras.
El firmamento decidió entonces que no era lo bastante amplio para contener tanta belleza, por eso, decidió repartir las horas del día. Le dio al Sol las horas de luz, para que su brillo no resultase tan deslumbrante. Y a la Luna, la arropó con la noche, para que sus manchas no pudiesen ser vistas con facilidad. Durante el día, Luna bajaba a la Tierra y, por las noches, subía al firmamento para que todos pudiesen verla. Seguía siendo hermosa, tan cautivadoramente bella que, en ocasiones, su belleza eclipsaba al propio Sol en pleno día. Por eso, los humanos no pararon de intentar alcanzarla. Por eso, nadie nunca intentó alcanzar el Sol. Y Luna, que nunca supo nada de toda aquella historia, se acostaba cada noche pensando porqué tendría aquellas manchas en su rostro, aquellas pecas y, cada mañana, se levantaba sin recordar que, durante toda la noche, sus pecas habían estado enloqueciendo de pasión al resto de habitantes del planeta..

2 comentarios:

  1. awwww,es la historia mas hermoza que habia escuchado del sol y la luna,en vdd que me encanta todo lo que escribes,sigue asi pato...cuidate

    atto:la sidenita!!

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  2. HERMSOSA historiiia ... patto
    hay fé ^^ <3 tQ

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